Skip to main content

UN PUEBLO SIN ALMA

By 13 abril, 2018mayo 10th, 2018Artículo, Fernando Millán Sánchez

Fernando Millán Sánchez

Vicepresidente de Lo Rat Penat
Presidente de la Asociación Blasco Ibáñez

Un pueblo que no conoce su Historia, que no la siente como algo propio, es un pueblo sin alma. Frase mil veces repetida que alcanza su máximo sentido en Valencia, en el Reino de Valencia, en la Comunidad Valenciana, donde el conocimiento de los hombres y mujeres que la forjaron es tan extraño como el conocimiento de las leyes que siguen la Vida de las Galaxias.

No de otro modo puede entenderse que las gentes crean, con total candidez, las tesis de los historiadores oficiales de los Països Catalans, cuando afirman que la Historia de Valencia nace con la llegada a estas tierras del Rey D. Jaime, dejando únicamente en el olvido 20 siglos de Historia en el discurrir de los cuales las gentes que vivían entre el Ebro y el Segura forjaron la inimitable “Cultura Ibérica”, lucharon hasta la muerte por conservar su libertad frente a los Imperios más poderosos del momento, el de Cartago y el de Roma, abrazaron el Cristianismo con el fervor propio del que encuentra lo que había perdido, alimentaron su autonomía ante la debilidad de los Reyes Visigodos, y crearon la más bella cultura que en los siglos XI, XII y XIII asombró al mundo civilizado.

Una ignorancia de nuestra Historia que permite a quienes solo conciben España como un proyecto uniforme identificado con Castilla afirmar en tribunas de prestigio que el Monarca que ceñía la Corona de Aragón expulsó del Reino de Valencia a los Sarracenos, sustituidos por los Cristianos.

Desconocía sin duda el “eminente profesor”, que el rey D. Jaime ocupó las tierras valencianas gracias a sus pactos con Zeyt abu Zeyt, señor de Segorbe, con Zayyan ben Mardanix, señor de Valencia, y con los señores autónomos de Alcira, Játiva o Gandía pactos en los que siempre se establecía en derecho de los musulmanes a seguir practicando su religión y a poder vivir en las tierras de la Xarquía.

¿Cuánta gente en nuestra tierra se siente orgullosa al saber que en el transcurrir del siglo XV, durante los reinados de Alfonso el Magnánimo, de Juan II, y de Fernando el Católico, el Reino de Valencia fue la potencia hegemónica de la Corona de Aragón tanto en el plano político, cuanto en el económico o en el cultural?

¿Quién les ha contado que fue el poder económico de Valencia el que hizo posible las grandes empresas conquistadoras de los Reyes Católicos entre las que no podemos olvidar la conquista de Granada, las victorias de Italia o el descubrimiento de América?

¿Quién les ha dicho que Valencia fue la ciudad más populosa de España, la puerta del Renacimiento y la sede de la imprenta?

Lo que se puede leer en textos que avalan nuestros actuales gobernantes, es que el Siglo de Oro valenciano es una parte de la cultura catalana. ¿Y nadie sale a protestar por tamaño atropello a la verdad?

Produce una tristeza infinita leer, en la letra pequeña de los libros de historia oficiales, que la revuelta de las Germanías es un episodio menor si lo comparamos con las Comunidades de Castilla como hechos relevantes de los aconteceres del siglo XVI, cuando la realidad histórica es que las Germanías representan la revolución social más importante de su tiempo, la clase obrera frente a la nobleza y frente al emperador, precursora de las grandes revoluciones de los siglos XIX y XX.

Tan desconocidas las Germanías, la máxima expresión de la fuerza de un pueblo que a su líder ideológico, Juan Lorenzo o Joan Llorens, se le llama Juan Llorenç en la placa de la calle que lo recuerda.

Ejemplo semejante de falsificación de la historia y de desconocer la misma, se nos muestra pretendiendo que los Maulets, en la guerra de Sucesión, que da inicio al siglo XVIII, lucharon junto a los catalanes en defensa de su independencia. La realidad es que los Maulets, humildes trabajadores de la tierra sometidos a los abusos de una nobleza reaccionaria, lucharon para hacer suya la tierra que trabajaban. Una promesa del Archiduque Carlos que nunca cumplió y que terminó con el encarcelamiento de sus principales líderes.

Celebrar la Batalla de Almansa todos los 25 de abril es celebrar una batalla en la que ningún fuerza valenciana participó.

¿Qué saben los valencianos de los 13 días de Agosto en el año 1873 en los que los valencianos proclamaron la Autonomía de su Cantón empujados por el sueño de proclamar la República Federal Española? ¿Acaso una gesta de tal naturaleza que obligó al ejército español a vencer la ciudad a cañonadas y para cerrar la página de la Historia de la Primera República aceptar una paz en la que no hubiese vencedores ni vencidos, no merece ser conocida por todos los valencianos?

En la obscuridad queda lo que significó la Renaixença valenciana en el campo de la política. Nadie ha querido afirmar que, más allá de las glorias literarias que todos celebramos, del pensamiento político más próximo a Constantí Llombart nació el Nacionalismo Valenciano que Faustí Barberá convirtiera en un sueño posible y el Republicanismo Autonomista que tuvo a Vicente Blasco Ibáñez como su líder más característico. También del pensamiento de Teodoro Llorente nació el Nacionalismo Moderado que años después tendrá su más reconocida expresión en la Derecha Regional Valenciana de Luís Lucia.

¿Pero, Vicente Blasco Ibáñez tuvo alguna vez pensamientos políticos?

¿Teodoro Llorente se dedicó alguna vez a la política?

Preguntas que me han formulado alguna vez intelectuales proclives al catalanismo con el desdén irónico que les caracteriza y que demuestran su desprecio más absoluto a quienes con su capacidad y su esfuerzo forjaron la historia de Valencia.

Esa gran desconocida que todos tenemos la obligación de conocer y de amar.

Publicado en Las Provincias