José Vicente Gómez Bayarri
Historiador
Académico de número de la Real Academia de Cultura Valenciana
El latinista Cicerón llamó a la historia testigo de los tiempos y luz de la verdad. Máxima que debemos de tener presente.
La historia es un elemento consustancial de un pueblo y memoria de la sociedad. El humanista Marsilio Ficini escribió: “La Historia es necesaria para conferir a la vida un significado moral”. Es el mejor antídoto contra la distorsión ideológica cuando ésta relata con objetividad los hechos históricos que acontecen.
El historiador actual Juan Pablo Fusi afirmó que los nacionalismos exacerbados falsean la historia. Una muestra la tenemos en algunos personajes catalanes que han abrazado la ideología del independentismo y han infundido un cariz tergiversador a la historia, falseando la realidad que expresan los documentos.
Al historiador y al político les debemos exigir cierta ética en sus juicios. Desde este punto de vista les incumben esencialmente tres tareas: reflejar la historia lo más objetivamente posible, preservar la memoria colectiva y educar en la pluralidad. La educación e instrucción deben procurar infundir el sentido de la responsabilidad política, moral y social. Se debe evitar la manipulación de la historia. Se debe excluir la labor propagandista tendenciosa que hacen algunos docentes y medios de comunicación dirigidos por el “Govern català” y otros medios de información privados así como organizaciones culturales que están subyugados por las subvenciones. Y por supuesto, el adoctrinamiento en las aulas en contra del corpus jurídico vigente de la Constitución Española y de los Estatutos de Autonomía aprobados por el Parlamento Nacional.
En la introducción histórica del documento de 10 de octubre de 2017 que anunciaba la declaración de independencia de Catalunya se manifiesta: “La nación catalana, su lengua y su cultura tienen mil años de historia. Durante siglos, Catalunya se ha dotado y ha disfrutado de instituciones propias que han ejercido el autogobierno con plenitud, con la Generalitat como máxima expresión de los derechos históricos de Catalunya. El parlamentarismo ha sido, durante los períodos de libertad, la columna sobre la que se han sustentado estas instituciones, se ha canalizado a través de las Cortes Catalanas y ha cristalizado en las Constituciones de Catalunya”. Algunas de estas afirmaciones son cuanto menos discutibles y han servido de soflama para calentar el ánimo ideológico de muchos ciudadanos. El texto que recoge la constitución de la República catalana también declara sus ansias expansionistas y el compromiso de resolver los conflictos políticos en especial “con aquellos con los que compartimos lengua y cultura”. ¿A qué les suena esta última consideración? Pensamos que subrepticiamente transluce su pretensión expansionista y sus ansias de colonización cultural y política si fuera viable.
En la actualidad ciertos iluminados han constituido la exégesis espiritual y credo político de los fervorosos catalanes secesionistas.
El historiador catalán Jaime Vicens Vives en la década de los años treinta del siglo XX ya afirmaba que la historiografía catalana repetía las fábulas, mantenía los equívocos, perseveraba en los tópicos cómodos y peligrosos. Y más tarde mantuvo que una parte de la historia de Cataluña se había falseado. Percibía que se estaba gestando el último parto de la historiografía catalana de la época romántica y subrayaba que una “Cataluña falsa” protagoniza la época de la conquista de los territorios en que Jaime I constituyó el reino de Valencia. Una “Cataluña falsa” prolonga unos inexistentes contenidos nacionalistas hasta la población de Orihuela. Una “Cataluña falsa” hace catalanes a ilustres valencianos de las distintas ramas del saber, y se apropia de monumentos artísticos, de nuestra cerámica, etc., cambiando su origen y procedencia.
También Ramón Menéndez Pidal, desde una óptica castellana, rebatía a los historiadores de la nueva mística catalana cuando interpretaban los documentos en función de un maniqueísmo político, a la hora de redactar historias y artículos partidistas, falsarios y lacrimógenos, sin ningún de rigor científico.
Los intereses políticos y la quimera de instituir la entelequia de los inexistentes países catalanes pueden llevarnos a distorsionar nuestra idiosincrasia histórica y cultural. Olvidan que el pueblo valenciano quiere ser lo que históricamente ha sido, es decir valenciano, con su propia personalidad, cultura, lengua, historia, etnología, etc., sin ningún tipo de intromisiones externas.