José Aparicio Pérez
Académico de la Real Academia de Cultura Valenciana
La primera carcasa es la que precede, como anuncio, a lo que viene después, sea mascletá, traca, castillo, etc.
Consideramos, pues, que el acto organizado por Las Provincias el día 6 de marzo de 2014 en el Palau de la Música pudo ser considerado como la primera carcasa, el primer anuncio de un programa de actividades continuado con una finalidad clara, demostrar dentro y fuera que el Conde Duque de Olivares se equivocó, como también se equivocan ahora los que la desprecian, los que la infravaloran, los que la acechan, que haberlos haylos, tanto fuera como dentro.
Desgraciadamente no tuvo continuidad.
Sus enemigos más peligrosos no son, sin embargo, los que se limitan a imputarnos los crímenes más abyectos, la corrupción más profunda y extendida, los mayores despilfarros, sino los que los jalean y alientan desde dentro aun sabiendo que aquí, como en toda España, simplemente se han cocido habas, aunque no precisamente a calderadas mayores que en otras partes. El sistema que ha impuesto un grupúsculo político durante los años últimos lo ha permitido y favorecido, precisamente avalado y apoyado por los que ahora abanderan las revueltas contra la solución.
Todos sabemos, y se refleja en las urnas, que a Valencia se le ha negado el pan y la sal sistemáticamente, que se le robó el agua del Ebro con complicidad interna y con la septentrional de los que clamaban “germanor” provechosa que no sería otra cosa más que un mortal abrazo del oso.
Esperábamos futuras convocatorias en la línea de reivindicación y denuncia iniciada pero también en otras no menos importantes, sin complejos, sin cobardías. Y la hubo el mes de mayo del año pasado en el Ateneo de Valencia, pero el esperado comunicado posterior de las entidades cívicas convocantes y otras adheridas todavía no se ha producido por disensiones internas propias del valencianismo.
En el Congreso de los Diputados se “olvidan” de utilizar la Lengua Valenciana al emplear todas las lenguas oficiales de España junto a la española y ningún diputado dice nada allá, pero menos aquí. Tampoco protesta la Academia Valenciana de la Lengua (¿de qué lengua?), ¿no se han enterado? Claro testimonio de su inutilidad y de la necesidad de su disolución
El País Valenciano es, hoy, simple “flatus vocci”, una obsesión sectaria, una ilegalidad, pero se usa con soberbia, desafío y desfachatez. Su tolerancia, ¿es por meninfotismo o por cobardía?
El nombre de la Lengua como Valenciana o, incluso, Idioma Valenciano es irrenunciable para la mayoría del Pueblo Valenciano, que la siente como propia al decir de la Real Academia Española y, sin entrar en su origen, que también se podría, a lo largo de los siglos ha adquirido personalidad propia y características propias, lo que permite al pueblo valenciano tener plena capacidad para decidir sobre su nombre, normativizándola según su criterio, no permitiendo injerencias extrañas de ningún tipo. De lo que debemos tomar amplia conciencia todos.
A la Academia Valenciana de la Lengua hay que hacerle ver que se le ha dado plena autoridad sobre la misma para que la defienda, “la pula y le dé esplendor”, sin convertirla en un apéndice de ninguna otra, por lo que las formas propias y genuinas de la misma deben prevalecer sobre las de cualquier otra y convertir esto en norma básica, no simplemente tolerarlas en condescendencia vergonzante como se hace ahora.
Reconocer y hacer ver que nuestra cultura es tan rica y oportuna como cualquier otra, destacando lo que haya servido para enriquecer a la cultura universal. Y lo mismo en cuanto a los usos y costumbres, folclore y cualquier otra manifestación.
Destacar nuestras grandes aportaciones a la Humanidad en el campo de las humanidades y de las ciencias, que han sido muchas y que seguirán siéndolo en el futuro y cuya sola enumeración ocuparía muchas páginas puesto que llevamos trabajando en ello desde hace más de cien mil años.
Hacer ver que el hecho de que queramos destacar nuestra personalidad histórica, lingüística, cultural y socioeconómica no tiene ninguna finalidad egocéntrica y separatista, simplemente descriptiva para delimitar espacio, competencias, contenidos y propiedades. La mayor parte de los valencianos nos sentimos españoles porque nos sabemos valencianos y participamos en el proyecto de vida en común junto a los demás pueblos de la Nación española, pero sin tutelas ni injerencias.
La masiva asistencia al Palau el día 6 en respuesta a la convocatoria de Las Provincias, renovada en mayo pasado, demostró la clara y firme voluntad del Pueblo Valenciano, representado por la mayoría de sus instituciones cívicas, económicas y culturales, en decir “basta” de una vez por todas poniendo freno a tanta torpeza y estulticia.
Valencia es mucho más, sin duda, pero en todo.