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MANIPULACIÓN HISTÓRICA

By 17 enero, 2018marzo 13th, 2018Artículo, José Vicente Gómez Bayarri

José Vicente Gómez Bayarri

Historiador
Académico de número de la Real Academia de Cultura Valenciana

La Historia es, sin duda, el mejor antídoto contra la distorsión ideológica, si ésta se relata de manera objetiva. Se debe escribir la Historia que se deduce de los documentos, con espíritu crítico y objetividad.

El escritor anglófilo George Orwell es autor de la novela titulada “1984”, narración de política ficción que pretende desmitificar los tópicos nacionalistas de la Historia, arremete contra la manipulación de la verdad que muestran las fuentes históricas.

Ramón Menéndez Pidal rebatía a ciertos historiadores que interpretaban los documentos en función de un maniqueísmo político, redactando historias y artículos partidistas, falsarios y lacrimógenos sin ningún rigor científico.

El historiador catalán Jaime Vicens Vives se propuso desmitificar los tópicos nacionalistas heredados de la Renaixença, y eliminar las categorías de “agravios o “expolio” que los catalanes atribuyen al resto de España; así como el continuo “victimismo” desde el Compromiso de Caspe. En relación a esta cuestión Antonio Bofarull en su Historia Crítica y Víctor Balaguer en su Historia de Cataluña tildan la Sentencia de Caspe de “criminal injusticia” y se acusa al santo valenciano Vicente Ferrer de ser el protagonista y el más culpable de las decisiones del Compromiso y que fue instrumentado por el Papa Benedicto XIII.

El galardonado Premio Nacional de Historia en 2012, el valenciano Ricardo García Cárcel, catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, declaró que es obvio que ha habido voces de la Historia de España muy diferentes si se pronuncian desde el mirador catalán, castellano o andaluz. El mencionado historiador es muy crítico con la tendencia a construir mitos en cada territorio hispánico. Aboga por la pluralidad de memorias pero con necesidad de crítica que desvele las falsas legitimaciones. Cita como ejemplos en el caso del nacionalismo catalán, la figura de Rafael de Casanova, Pau Claris o la Guerra dels Segadors, y considera que desde el punto de vista histórico es discutible su legitimidad y reivindica una Historia de largo recorrido.

El medievalista Domingo Buesa subrayó: “Cuando se habla de Corona catalano-aragonesa se está mintiendo; esa denominación es un disparate”. Y en la misma línea, el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza y académico de la Real Academia de la Historia José Ángel Selma señaló: “Este tipo de artimañas es muy habitual en cierta historiografía catalana”.

El historiador de la Universidad de Zaragoza José Luis Corral señaló: “desde hace mucho tiempo los historiadores catalanistas, que no catalanes, intentan falsificar la Historia. Hay quien habla de “reyes-condes” para referirse a los condes de Barcelona, o incluso emplean la expresión “Confederación catalano-aragonesa”, que considero que es una salvajada histórica tan grande como llamar España a Tartessos”.

Recientemente el hispanista británico John Elliott, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Oxford, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1996 y uno de los grandes conocedores de la Historia de España, afirmó: “Es terrible que en Cataluña se enseñe una Historia nacionalista y deformada”.

Estas aseveraciones que hemos expuesto vienen a cuento por las tergiversaciones históricas que con fines espurios se vierten en publicaciones, exposiciones, docencia y medios de comunicación filo-catalanistas en las que el nacionalismo catalán transmite perogrulladas beligerantes entre soflamas patrióticas. Nos referiremos solamente a las denominaciones históricas, no inocentes, que son la entelequia de la Confederación catalano-aragonesa, o Corona catalano-aragonesa con el objetivo de potenciar el sentimiento de identidad y tergiversar, manipular e interpretar de manera arbitraria la documentación histórica. Es una falacia incongruente el usar esa terminología para aludir a la entidad política que nos referimos.

¿Por qué se bautizó esta nomenclatura?

La terminología diplomática de la Corona de Aragón no satisfacía las ansías nacionalistas de Cataluña. Suponía para ellos el reconocer la preeminencia del rey y del reino de Aragón sobre los demás territorios de la Corona, incluido el condado de Barcelona, que no poseía el rango de Reino. Para reflejar su delirio consideraron que lo mejor era inventarse una nueva, como fue el título de “comte-reis” para los reyes de Aragón. Esta intitulación no está documentada en la archivística y consecuentemente esta falsa denominación servía para igualar el título de rey de Aragón al de conde de Barcelona y no supeditar así la dependencia del territorio catalán, entidad territorial que tenía menor rango diplomático, a la figura del rey de Aragón.

Y para completar su paranoia se inventaron la figura de rey de Cataluña y sustituir al título nobiliario de conde de Barcelona. Y aún más, han antepuesto el título de Corona de Cataluña a la de Aragón. Nacía así la mal llamada Corona catalano-aragonesa, eliminando los lazos de dependencia jerárquica del territorio catalán a la potestad del rey de Aragón. Con esta denominación se otorgaba un rango de superioridad al inexistente título de rey de Cataluña al anteponerlo al verdadero título de rey de Aragón.

Los diplomas reales y las crónicas medievales desmontan esta aspiración terminológica. Basta con acudir, por ejemplo, a la Crónica de Ramón Montaner (1265-1336) donde se refleja “aquest llibre fa honor de Deu e d’alt casal d’Arago”. El autor alude al casal aragonés, origen de la entidad política de la Corona de Aragón que incluía todos los territorios en los que el monarca ostentaba soberanía, entre ellos el condado de Barcelona. En las contiendas bélicas, los caballeros de la Corona luchaban a la llamada de “Aragón o Aragó”, por estar supeditados al mandato de las relaciones vasalláticas medievales del monarca aragonés.

Al historiador debemos exigirle moralidad en sus juicios y un equilibrado análisis a la hora de enjuiciar la Historia. No se puede faltar el respeto a la Historia.

Las Provincias. Opinión. Publicado el 9 de enero de 2018, pag. 28