Juan Benito Rodríguez Manzanares, Patrono
Académico de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología, Educación y Humanidades
Académico de la Academia de Luminescência Brasileira
Poco tiempo después de crearse el reino de Jerusalén, y siendo Balduino I su segundo rey, tras la muerte de su hermano Godofredo de Bouillón, que fue el primer rey, algunos de los caballeros que participaron en la Primera Cruzada, decidieron quedarse a defender los Santos Lugares y a los peregrinos cristianos que viajaban a ellos.
Balduino I para organizar el reino que había comenzado a reinar, tenía unos recursos un tanto limitados, y no pudo dedicar a la protección de los caminos todos los que le hubiera gustado, pues no contaba con demasiados hombres para poder hacerlo. Así, dada esta situación, sumada al hecho de que Hugo de Payns fuese pariente del Conde de Champagne, hizo que el rey se decantara por que los Pobres Caballeros de Cristo, organización que encabezaba de Payns, fueran esa opción de protección para los caminos y los peregrinos que él no podía organizar en esos momentos.
Así, para que tuvieran acomodo mientras realizan sus quehaceres de protección, el rey les concedió un lugar donde reposar y mantener sus equipos en perfectas condiciones en su propio palacio, el que se construyó sobre lo que fue la mezquita de Al-Aqsa, la cual, a su vez, estuvo ubicada en el interior de lo que en su día fue el recinto del Templo de Salomón.
Además, también les otorgó a los Pobres Caballeros de Cristo, una serie de derechos y privilegios especiales.
Ahora bien, en 1118 muere el rey Balduino I, y en 1119, el rey Balduino II de Jerusalén, cambió su residencia a la Torre de David, dejando a los Pobres Caballeros de Cristo, encabezados por Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer, ¡esos hombres que lo habían abandonado todo para servir bien a Cristo!, todo el palacio que anteriormente compartían con el rey Balduino I, y, como en origen había sido el Templo de Salomón, pasó la edificación de nuevo a denominarse, Templo, y a sus caballeros moradores, se les denominó, los Templarios. Podríamos afirmar que este templo fue el primer Cuartel General de los templarios, los cuales, mediante solemnes votos pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometían, como siempre fue su esencia desde su nacimiento, a defender a los peregrinos de Tierra Santa y los caminos que llegaban a esta, contra los salteadores y los ladrones, y a servir bien al rey soberano.
Hugo de Payns, nacido sobre el año 1070 en el castillo de Payns, cerca de Troyes, en Francia, en 1128 obtiene el permiso del rey de Jerusalén, Balduino II, para oficializar a los Pobres Caballeros de Cristo, y convertirla en la Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón, también llamada, o quizá más conocida, como, la Orden del Temple. Y con la idea de realizar este fin, regresa a su país natal, acompañado por Godofredo, Rolando, Joffroi Bisot, Payen de Montdidier y Archambaud de Saint-Amand. Hugo de Champagne, tío de Teobaldo de Brie, Conde de Champagne, no les acompaña en su regreso a Francia, pero su amistad con Bernardo de Claraval, fue la clave, que permitió a Hugo de Payns, hacerse con la amistad del abad.
Así, no sólo en Francia, sino en toda Europa, fue de importancia extrema la ayuda ofrecida por el abad Bernardo de Claraval, (el cual sería canonizado el 18 de junio de 1174), sobrino de André de Montbard, quinto gran maestre de la orden, y primo por parte de madre de Hugo de Payns, dos de los nueve primeros nueve Caballeros, motivo por el cual se esforzó sobremanera en dar a conocer la Orden por medio de sus altas influencias en Europa, sobre todo en la Corte Papal.
Bernardo de Claraval tenía un gran carácter y una sabiduría e independencia admiradas en muchos lugares de Francia e incluso en la propia Santa Sede. Además, fue el Reformador de la Regla Benedictina, motivo por el que el abad aconsejó a los miembros de la Orden una regla rígida, y que se aplicaran a ella en cuerpo y alma.
Gracias al impresionante interés que demostró Bernardo de Claraval por el proyecto de Hugo de Payns, y para que el Caballero francés consiguiera sus fines, convoca el Concilio de Troyes, el cual se celebró en 1129, y participa en el mismo, así como en la redacción de sus Actas se Aprobación la Regla para la Orden, por parte de los Padres Conciliares, siendo esta la Regla propia, la más antigua de la que se tiene constancia, pues anteriormente, de facto, vivían según la Regla de San Agustín, introduciéndose en el Concilio de Troyes la Regla Cisterciense, que era la de san Benito, pero modificada, y que, además, era la que profesaba Bernardo de Claraval.
En su redacción se introdujeron numerosas enmiendas al texto básico que redactó el patriarca de Jerusalén Esteban de la Ferté.
La regla primitiva constaba de un Acta Oficial del Concilio y de un Reglamento de 75 artículos, entre los que figuran algunos como:
Del comer carne en la semana.
En la semana, si no es en el día de Pascua de Natividad, o Resurrección, o festividad de Nuestra Señora, o de Todos los Santos, que caigan, basta comerla en tres veces, o días, porque la costumbre de comerla, se entiende, es corrupción de los cuerpos. Si el martes fuere de ayuno, el miércoles se os dé con abundancia. En el domingo, así a los caballeros como a los capellanes, se les dé sin duda dos manjares, en honra de la santa Resurrección; los demás sirvientes se contenten con uno y den gracias a Dios.
Una vez redactada y finalizada, fue entregada al Patriarca latino de Jerusalén Esteban de la Ferté, también llamado Esteban de Chartrés, si bien algunos autores estiman que el redactor pudo ser su predecesor, Garmond de Picquigny, el cual la modificó eliminando 12 artículos e introduciendo 24 nuevos, entre los cuales se encontraba la referencia a que los caballeros solo vistieran el manto blanco y los sargentos un manto negro.
Después de recibir la Regla Básica, Bernardo de Claraval, ayudó de nuevo a Hugo de Payns en la redacción de una serie de cartas en las que defendía a la Orden del Temple como el verdadero ideal de la caballería, e invitaba a las masas a unirse a ella, así, cinco de los nueve integrantes de la orden, encabezados por Hugo de Payns, viajaron primero por Francia y después por el resto de Europa, con el objeto de recoger donaciones y alistar caballeros en sus filas. Se dirigieron inicialmente a sus lugares de procedencia, con la certeza de que serían aceptados y asegurándose cuantiosas donaciones. En este periplo consiguieron reclutar en poco tiempo cerca de trescientos caballeros, sin contar escuderos, hombres de armas y pajes.
La Orden del Temple creció rápida y exponencialmente en tamaño y en poder, consiguiendo numerosas posesiones y territorios en Europa, y aumentando su riqueza, llegando a convertirse en la Orden más rica y poderosa de cuantas hubo.