Juan Benito Rodríguez Manzanares, Patrono
Académico de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología, Educación y Humanidades
Académico de la Academia de Luminescência Brasileira
Los cristianos se refugiaron en San Juan de Acre a unos 160 kilómetros de Jerusalén. Pero en 1291 se pierde la ciudad ante, Al-Ashraf Salāh ad-Dīn Khalil ibn Qalawūn (1260-1293), conocido como Khalil Al-Ashraf, entre el 6 de abril y el 18 de mayo en el llamado Sitio de Acre, siendo éste el último gran bastión cristiano en Palestina, pues, aunque los cruzados tenían una fortaleza en Tarsus en Siria, también se pierde ante los musulmanes poco después en el Sitio de Award.
En los inicios del siglo XV, el papa Bonifacio IX (1356-1404), le otorgó a la Orden el status de una verdadera Orden de Caballería, y le confió la custodia de Tierra Santa. Los nuevos Caballeros Sepulcristas debían ser cruzados en el Santo Sepulcro. Pero esto último cambió en 1847, pues el papa Pío IX (1792-1878), permitió que se cruzaran nuevos Caballeros de la Orden fuera de Jerusalén, contando con la aprobación del Patriarca Latino de Jerusalén.
En 1336, Felipe IV de Valois, “el rey encontrado” (1296-1350) funda en Jerusalén un convento franciscano que se estableció en el Monte Sión, y se convirtió en guardián del Santo Sepulcro. Y, ayudado de un Caballero Sepulcrista, tuvo la facultad de otorgar la Orden del Santo Sepulcro. Mas, en 1342, gracias a la Bula Nuper Charíssime el papa Clemente VI (1291-1352), les confió el cuidado del Santo Sepulcro.
El papa Inocencio VIII, con la bula Cum Solerti Meditatione, de 28 de marzo de 1489, une las Órdenes del Santo Sepulcro y San Lázaro a la de San Juan del Hospital, para sumar esfuerzos para realizar una nueva cruzada que dirigiría el Gran Maestre de esta última Orden, Pierre d’Aubusson (1423-1503), pero esta cruzada no llegó a realizarse.
En España la unión de las órdenes se realizó en Castilla, pero no en Aragón. El Rey Fernando II “el Católico” (1452-1516), solicitó en 1478 al papa Sixto IV (1414-1484) que el Cabildo Sepulcrista bilbilitano, dependiera sólo del Santo Padre y del rey de Aragón, siéndole concedido el 24 de marzo del mismo año. Este uno de los motivos por los que la Orden del Santo Sepulcro no se extinguió, sobreviviendo sólo en España. También por petición del rey Fernando II, el papa León X gracias a su Bula de 29 de octubre de 1513, separa a los Caballeros Sepulcristas de los de San Juan del Hospital. El Papa León XIII anuló dicha Bula en todo el mundo, y separó de neuvo a los Caballeros Sepulcristas y los Lazaristas de los de San Juan del Hospital.
En 1496 el papa Alejandro VI (1431-1503), a petición del emperador Maximiliano I de Habsburgo (1459-1510), y de los reyes de España y Francia, ratifica el doble carácter de Orden, siendo estos el de caballería y pontificia, y se declara sí mismo y a sus sucesores como Gran Maestre de la Orden, y faculta al Guardián del Santo Sepulcro, como Vicario Apostólico en Tierra Santa, para conferir la Orden a los peregrinos que diesen una ofrenda al efecto y jurasen que eran de noble linaje.
Los franciscanos seguían cruzando Caballeros a nobles y gentileshombres en Tierra Santa. Este privilegio franciscano fue renovado por el papa León X (1475-1521), en 1516, y posteriormente por el papa Benedicto XIV (1676-1758) en 1746 mediante la Bula In Supremo militantes Ecclesiae, hasta que se restableció de nuevo el Patriarcado Latino de Jerusalén por el papa Pío IX en 1847, concediendo al Patriarca el Gran Maestrazgo de la Orden.
La Orden continuaba fragmentada, motivo por el que el español Pedro Ortíz de Zarate (1485-1547), en 1555 convoca a Capítulo General a todos los caballeros del Santo Sepulcro, con el único fin de elegir por Gran Maestre a un mimbro poderoso de la cristiandad, que restituyera la orden del Santo Sepulcro a sus orígenes, sacándola de su fragmentación. Muchos caballeros respondieron al llamamiento y el 26 de marzo de 1558 se celebró el Capítulo en la ciudad flamenca de Hoschtraten, donde se acordó por unanimidad elegir como Gran Maestre al rey Felipe II de las Españas, que calificaba a la Orden como, “Una cosa tan grande y de tanto peso e importancia”.