Juan Benito Rodríguez Manzanares, Patrono
Académico de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología, Educación y Humanidades
Académico de la Academia de Luminescência Brasileira
Queridos amigos, en esta ocasión os quiero hablar de un libro que no necesita de ningún preámbulo, pues es harto conocido mundialmente, y además, es uno de los grandes libros imprescindibles en las bibliotecas de todas las personas amantes de la buena lectura, me estoy refiriendo a El Principito.
Esta magnífica obra se publicó el 6 de abril de 1943, año en que lo escribió el escritor y aviador francés, Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry, conocido mundialmente tan sólo como Antoine de Saint-Exupéry, nacido en 1900 y fallecido en 1944, tan sólo un año después de haber escrito esta intemporal obra nacida de la imaginación y de los recuerdos de su autor, y una de las mejores del siglo XX.
Antoine de Saint-Exupéry con anterioridad a esta, su obra maestra, escribió otras muchas obras como, El aviador, Correo del Sur, Vuelo nocturno, Tierra de hombres o Piloto de guerra, aunque ninguna de ellas ha pasado a la historia literaria como lo ha hecho El Principito.
Esta es una obra que muchos entienden como un cuento infantil, pero no es así, o cuando menos, no es exclusivamente una obra infantil, pues sus enseñanzas pueden ser absorbidas por cualquier lector de cualquier edad.
Si leemos el cuento de forma literal, el mismo, no es más que la historia de un niño solitario, sin embargo, el libro en su esencia más íntima e intrínseca, está dirigido a los adultos, a ese niño que vive en cada uno de nosotros, y que, en algún momento de nuestras vidas, hemos dejado atrás.
A medida que avanzamos en la lectura de esta filosófica historia, nos crea una sensación de nostalgia de nuestra infancia, mostrándonos la pérdida de algunos buenos valores que hemos ido dejando atrás al crecer, y haciéndonos ver la “extrañeza” con la que los adultos vemos algunas cosas.
Este cuento, que podríamos decir que es del género de fantasía metafórica está ilustrado con acuarelas del mismo Saint-Exupéry. Así, amparado por las metáforas de la vida y las relaciones humanas, nos narra la peripecia inicial de un aviador, como era el mismo autor, que sufre una avería en el desierto del Sahara, donde encuentra un niño, ´El Principito´, el cual descubre toda la riqueza filosófica del libro, del cual, también cabría destacar el personaje del zorro.
Este libro, no muy extenso y de lectura rápida, nos adentra en el valor de la amistad y la responsabilidad como motor de la conducta moral. Este libro podríamos decir que es la suma de multitud de mensajes unidos entre sí, componiendo un gran libro lleno de matices y enseñanzas. Siendo las grandes enseñanzas éticas de esta magistral obra, estudiadas en los centros educativos de todo el mundo, pero también son del agrado de todas aquellas personas que buscan respuestas a preguntas que nos hacemos los adultos con frecuencia y no encontramos fácilmente.
No quisiera concluir este breve paseo por la inmortal obra El Principito, sin comentar algunas de las frases, citas y pensamientos más célebres de esta icónica obra.
«Todos los mayores han sido primero niños (pero pocos lo recuerdan)»
Esta frase está incluida en la dedicatoria, e ilustra como paulatinamente el hombre adulto, se olvida lo que significaba ser niño, una época de la vida en el que la bondad y la ilusión están siempre presentes.
«Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos»
Hace referencia a la importancia de equivocarse, tomar caminos inciertos y asumir riesgos en la vida, pues se aprende mucho más de los malos pasajes de nuestra vida, que de los buenos.
«Los hombres no tienen imaginación, repiten lo que uno les dice»
Marcando en esta frase la falta de albedrío de algunos adultos, siempre dirigidos por alguien que les indica cómo deben obrar y pensar, sin que se puedan salir de los límites que les han establecido.
«Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada; compran las cosas ya hechas a los comerciantes; pero como no existen ningún comerciante de amigos, los hombres, ya no tienen amigos»
Marca el momento en que nos damos cuenta de que conocemos a mucha gente que algunos califican como amigos, como puede ser la ilusión que nos generan las redes sociales. Pero las personas que son realmente amigos, los podríamos contar con los dedos de una mano, y nos sobrarían, como dijo Lee Iacocca en su lecho de muerte.
«Se debe pedir a cada cual lo que está a su alcance realizar»
Nunca en nuestro afán de superarnos, debemos intentar hacer lo que no podemos, o pedirnos lo que no debemos por no estar a nuestro alcance conseguirlo o realizarlo. Y mucho menos, pedírselo a los demás.
«No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.”
Marca la amistad como un punto de inflexión, el cual hace que todo sea diferente y tenga un nivel superior.
«¿Y de qué te sirve poseer las estrellas?
– Me sirve para ser rico.
– ¿Y de qué te sirve ser rico?
– Me sirve para comprar más estrellas»
Esta conversación pone de manifiesto la necesidad que tenemos los adultos de almacenar riquezas, y en ocasiones, la inutilidad de las mismas. Pero aún a pesar de saber esta gran verdad, nos empeñamos en conseguirlas.
«Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos»
La belleza y la felicidad que el hombre busca en su día a día, está siempre en el interior de nosotros, y en cómo afrontamos la vida, donde el amor siempre debe estar presente.
Para concluir este artículo, me gustaría convidar a todos los lectores des mismo, a leer o releer El Principito, para reencontrarnos con nosotros mismos, o, mejor dicho, con una versión de nosotros mismos llena de buenos valores, nuestra niñez.