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EL PLACER DE LA LECTURA Y EL DESEO DE SABIDURÍA

By 11 mayo, 2017marzo 13th, 2018Artículo, José Vicente Gómez Bayarri

Profesor Dr. José Vicente Gómez Bayarri

Académico de número de la Real Academia de Cultura Valenciana

El hábito y el placer de la lectura y el deseo de ampliar sabiduría nos llevan a valorar mejor la contribución de los creadores literarios y a descubrir la aportación de los investigadores al conocimiento y al progreso social, cultural y científico. Las exposiciones de las “Ferias del Libro” nos proporcionan la posibilidad de asistir a la presentación de obras, observar la labor editorial, la proliferación de los soportes informáticos y la importancia del libro y del periodismo en la red de internet.

El filósofo Montesquieu escribió que amar la lectura es trocar horas de hastío por horas deliciosas. Y el regeneracionista Joaquín Costa en la segunda mitad del siglo XIX propugnaba que se debe defender España con un libro en la mano, es decir, mediante la cultura y el saber.

Los valencianos tenemos una gran tradición bibliófila. En Xàtiva, ciudad que tuvo una de las primeras fábricas de papel en época árabe, el filósofo, historiador y poeta Ibn Hazam escribió hacia 1023 la famosa obra de El Collar de la Paloma, uno de los libros más ilustre de la civilización islámica.

La introducción y desarrollo de la imprenta en Valencia en el último tercio del siglo XV hizo que florecieran en la ciudad numerosos impresores. En Valencia vio la luz el 25 de marzo de 1474 Trobes e lahors de la Verge Maria, la primera obra literaria impresa en España. Bonifacio Ferrer publicó en 1478 la primera Biblia en valenciana lengua, y en el Reino de Valencia surgiría el primer “Segle d’Or de les Lletres Valencianes”. En 1490 se publicó en Valencia el célebre libro de caballerías Tirant Lo Blanch que recibió elogiosas palabras de Miguel de Cervantes.

Cervantes, autor del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra cumbre de la literatura española, refleja que el personaje El Quijote enloqueció por su obsesión por los libros de caballerías.

En el Renacimiento fueron monarcas y papas los que hicieron de mecenas de numerosas obras de la época. El rey Alfonso el Magnánimo en el siglo XV favoreció la labor de los copistas y fomentó la creación de una importantísima biblioteca. Un librero florentino de finales del siglo XV, Vespasiano de Bisticci, señaló que los hombres de ciencia de su tiempo habían disfrutado de dos sobresalientes benefactores: el papa Nicolás V y el monarca Alfonso.

Dicho Rey fue una gran amante y protector de las letras. Tuvo a su servicio hombres de todas las ramas del saber. Su corte napolitana fue sede cultural de primera magnitud y atrajo a intelectuales de la época. Convirtió la corte en un foco donde se armonizaban las diversas facetas culturales: la literaria, la artística, la filosófica, la científica, etc.

La rica biblioteca del monarca fue una institución en su reinado. Algunos de los códices miniados procedentes de la Biblioteca Real de Alfonso el Magnánimo en Nápoles y de

sus sucesores se albergan actualmente en la Biblioteca Valenciana en el antiguo monasterio de San Miguel de los Reyes.

El aprecio que sintió el Monarca por los libros quedó de manifiesto en un memorable decreto que prohibía la exportación de libros. En él elogia la sabiduría y los beneficios que confieren a los súbditos en todas las esferas de la vida. Se cuenta que cuando sus tropas saqueaban alguna ciudad procuraban regalarle cualquier libro que pudieran encontrar para halagar su sensibilidad.

Dignidades de la Iglesia y personas de Estado, sabedores de la afición de Alfonso el Magnánimo por los libros, contribuyeron con donaciones a enriquecer su biblioteca. La plantilla de su rica biblioteca fue ampliándose conforme aumentaban sus fondos. Incluyó en ella: copistas, miniaturistas y un encuadernador para producir bellísimos volúmenes.

El mismo Alfonso el Magnánimo adoptó la divisa “Vir sapiens dominabitur astris”, leyenda inscrita en un libro, convirtiéndose en el primero de los príncipes seglares en llevar “el saber” como “insignia”.

Se ha escrito que “Un libro es lumbre del corazón/corona de prudentes/diadema de sabios/honra de doctores/vaso lleno de sabiduría (…) Es oportuno tener presente los versos de Calderón de la Barca: “Discreto amigo es un libro: ¡qué a propósito habla/siempre en lo que quiero yo,/ siempre en lo que yo no quiero …!”.

Para finalizar recordamos lo que aseveró el filósofo inglés Francis Bacon: “la lectura hace al hombre completo. La conversación lo hace ágil. La escritura lo hace preciso”. Y un proverbio oriental afirma: “un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.

Las Provincias. Opinión. Publicado el miércoles 10 de mayo de 2017, pág. 26