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DESIDIA DE LOS GOBERNANTES POR LA IMAGEN DE VALENCIA

José Vicente Gómez Bayarri

Historiador
Académico de número de la Real Academia de Cultura Valenciana

Cronistas, eruditos e investigadores han analizado el mundo marginal en los siglos de la Valencia foral y estudiado las medidas aplicadas e instituciones creadas para el mantenimiento del orden, la reinserción social y mejorar la imagen pública de la ciudad de Valencia.

El medievalista Francisco Roca Traver trató estas cuestiones al investigar Las Instituciones Sociales en la Valencia Medieval. Ejemplos de la preocupación que sentían los valencianos por dar una buena imagen de nuestra ciudad y atender a las necesidades de los más débiles y desamparados son las instituciones del “Procurador dels miserables” que cuidaban de las personas que sufrían prisión; el “Pare de Orfens” cuya tarea consistía en procurar al huérfano trabajo, salario digno y residencia honesta; el “Afermamossos” cuya función era vigilar las calles y tabernas y perseguir a los vagabundos y falsos mendicantes; “La Casa de les Repenedides y el Bordell” que se ocupaba de realizar una función social e higiénica, y el “Hospital dels folls e ignocents” que acogía a los que tenían esta “malaltía” y fue fundado por el Padre Jofré en el siglo XV para asistir y socorrer a los locos que iban por las calles y a menudo eran motivo de burla y agresión.

Actualmente, la indigencia, la mendicidad y la falta de ayudas sociales para las rentas de reinserción es un mal que afecta a muchos de nuestros conciudadanos y que no deben ser ajenas a nuestros regidores locales ya que son de su incumbencia y consecuentemente deben velar para reducir esta lacra social.

La diversidad de clases sociales, como la diversidad de oficios y beneficios, es fruto de la natural desigualdad humana. La autoridad civil está obligada por delegación a tener en cuenta esta desigualdad en los respectivos órdenes de la actividad humana y velar por la convivencia. El bien de los hombres y la dignificación de las ciudades competen a la autoridad política que debe poner a disposición los medios suficientes y dictar la legislación adecuada con el fin de conseguir mayor salubridad social.

Paseando por nuestra ciudad podemos contemplar la estampa que nos ofrece las puertas de la Basílica de la Virgen, la calle del Miguelete, la calle de la Barchilla, la “Porta dels Ferros” o puerta barroca de la Catedral, la plaza la Reina, las entradas de la iglesia de San Martín, tramos de la calle de San Vicente, aceras de la plaza del Ayuntamiento, la calle Colón, etc., escenas que en nada dignifican a Valencia. No son imágenes del pasado sino del siglo XXI, tiempo en el que debe presidir e imperar una conciencia social más avanzada. Prevenir es tan importante como remediar.

El universal humanista valenciano Juan Luis Vives (1492-1540) analizó el problema de la mendicidad en su tratado De subventione pauperum o Del socorro de los pobres (1525) al abordar la cuestión de la limosna individual y diferenciar entre los conceptos de pobre y mendigo.

Luis Vives vuelca su preocupación en el campo social y propone una serie de medidas para solucionar el problema del pauperismo al que califica de epidemia social. Nuestro humanista propugnó una verdadera planificación de la caridad pública con objeto de atender a las necesidades colectivas de una manera racional y ordenada.

La finalidad de dicho tratado fue concienciar a las autoridades de la conveniencia de suprimir la mendicidad y de organizar mejor la beneficencia, valiéndose no sólo de la limosna sino acudiendo a otras medidas que las instituciones públicas y privadas deben poner al servicio de la sociedad para atajar el pauperismo.

La idea de beneficencia que encarnaba nuestro pensador se concretaba en el principio de trabajo para todos “adigantur ad laborem” y austeridad. En Vives, hay una especie de utopía del trabajo, y reconoce que en ocasiones andar mendigando proporciona más ingresos que la propia ocupación laboral y que algunos pobres prefieren una ociosidad viciosa valiéndose de la picaresca que una vida de sobriedad y ocupación.

Admite que siempre tendremos pobres y considera que no solamente son pobres los que carecen de dinero, sino cualquiera que esté privado de fuerzas, de salud, de ingenio, de juicio. Es de la opinión de que la solución del problema debía pasar de la esfera eclesiástica, como se consideraba en la Edad Media, a la esfera de lo civil. Es partidario de que los gobernantes de la “res-publica” pongan remedios. La autoridad pública debe preocuparse por todo el complejo social. La pobreza, la enfermedad y la miseria no son problemas que pueden ser descuidados por los administradores de los asuntos sociales, responsabilizándolos de no dictar oportunamente las disposiciones adecuadas para el buen gobierno del pueblo. Exclamará ¡Cuánta menos necesaria sería la penalidad si la prevención hubiera sido otra!

Juan Luis Vives constata en el último capítulo de su obra De subventione pauperum las ventajas que se derivarían de la aplicación de las medidas o consejos que proponía: un gran honor a la ciudad, reducción de los hurtos, latrocinios, delitos, crímenes, mayor concordia pública, dignidad de vida y plena libertad.

Nuestro humanista renacentista analizó los problemas de la indigencia y la población marginada, del mundo del trabajo y de cuestiones sociales como la sanidad, la moralidad y la instrucción en general. Para el polígrafo Menéndez Pelayo el pensamiento vivista respecto a la intervención estatal es de lo más avanzado de su credo social. Las encíclicas de los papas León XIII y Pío XI sobre la doctrina social de la Iglesia llegaron hasta donde había llegado Vives, pero no lo superaron.

Cinco siglos más tarde, muchas de las ideas del pensamiento de Vives en el campo de lo social tienen vigencia en la opulenta sociedad contemporánea del siglo XXI.

Publicado en Las Provincias el jueves 10 de mayo de 2018