MOMENTO CLAVE EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD.LO DESCUBRIMOS EN OLIVA.
El 9.000 a. de Cristo un grupo humano, reducido, de entre cinco o seis personas, con evidentes muestras de parentesco, se instalaron al amparo de un roquedo o abrigo rupestre en las inmediaciones de la actual ciudad de Oliva, en el paraje conocido como El Collado, donde estuvieron hasta mitad del sexto milenio antes de Cristo, es decir hacia el 5.500 a. de C., permaneciendo allí unos 3.500 años aproximadamente.
El año 1987, los servicios arqueológicos de la Diputación Provincial de Valencia, bajo nuestra dirección como Jefe de la SEAV, Sección de Estudios Arqueológicos de la Diputación Provincial, comenzaron la investigación científica del yacimiento arqueológico y, tras las excavaciones arqueológicas básicas, los estudios posteriores arqueológicos, antropológicos y radiocarbónicos han podido ultimar el proceso investigador que ha quedado plasmado en una publicación en dos volúmenes, descriptiva la primera en 376 páginas, y documental la segunda, con ilustraciones amplias y suficientes sobre disposición de los cadáveres recuperados, estratigrafías, etc, etc.
El estudio antropológico exhaustivo fue dirigido por el Dr. Domingo Campillo Valero, Director del Laboratorio de Paleopatología y Paleoantropología del Museo Arqueológico de Barcelona, participando un amplio equipo de antropólogos, radiólogos, restauradores y fotógrafos, estudiando tanto lo puramente óseo, como la dentición, las enfermedades o paleopatología, la bromatología / alimentación, etc., tanto con métodos tradicionales como avanzados a través de análisis isotópicos.
El estudio arqueológico e histórico ha sido realizado por quien suscribe la cronología establecida por métodos arqueológicos fue avalada a través de cuatro dataciones radiocarbónicas.
Como conclusiones generales, sintetizando todos los datos obtenidos, establecimos lo siguiente:
Hacia el 9.000 a. de Cristo, un reducido grupo humano, probablemente de cinco o seis personas, se trasladó, desde su asentamiento comarcal más o menos próximo, a una supuesta covacha u oquedad al pie de un cantil calizo en la ladera de un cerro inmediato a la actual ciudad de Oliva; la finalidad era explotar el territorio circundante que ofrecía recursos marinos porque la línea de costa estaba ya próxima y recursos terrestres porque la llanura y montañas circundantes disponían de rebaños de distintos cuadrúpedos, a pesar de que los cambios medioambientales con la progresión del interglacial los habían mermado sensiblemente; lo marino por el momento se circunscribía a peces, cardium edule y alguna otra especie, toda vez que la llanura costera todavía no era una marisma. Su tecnología lítica era la heredada del Magdaleniense pero reducida a los tipos comunes, raspadores, buriles, dorsos y bordes rebajados; la ósea se había abandonado.
Pudieron trasladarse desde alguno de los yacimientos comarcales próximos que se abandonaron en esta época, caso de la Cova Foradá o El Capurri, ambos en el término de Oliva, o desde el situado en el Camp de Sant Antoni cercano, apenas a quinientos metros en línea recta los tres conocidos por excavaciones nuestras.
Entre el 8.500 y el 7.500 realizan cambios tecnológicos en el utillaje lítico, incorporando, progresivamente, geométricos como instrumentos de caza o pesca, bien para flechas o venablos en el primer caso, bien como arpones en el segundo.
A partir del 7500 los geométricos se generalizan y se produce un hecho extraordinario, comienzan a enterrar a los muertos, quizás en estas pequeñas comunidades, entre personas íntimamente unidas por consanguinidad y por parentesco. Hay que proteger a los muertos, que ya no son despojos inertes y despreciables, sino los restos de los seres queridos, la sociedad se humaniza y comienza el antropocentrismo, el ser humano, hombres y mujeres, en el centro del mundo, el suyo y el de todos, porque es un sentimiento y un concepto generalizado. Va unido a las representaciones humanas en el Arte Prehistórico, el Levantino, en el que aparecen por vez primera y ambos fenómenos son coincidentes. Quince son los individuos localizados en sus respectivos enterramientos.
El reducido grupo humano no consume grandes cantidades de productos de origen animal, bien terrestre bien marino, ni necesita de gran número de útiles líticos para la caza o la pesca, lo que se refleja en los restos acumulados entre los sedimentos, y esto durante toda la ocupación del lugar.
Hacia el 6.500 comienza un lento ascenso del nivel marino que anega toda la zona costera, convirtiéndola en una gran marisma o marjal, donde se hacen abundantes las especies de moluscos lagunares y las tortugas, alcanzando la base de la ladera donde se ubica la cavidad. Se diversifican los útiles geométricos y aparecen nuevos tipos.
A mitad del sexto milenio, el aumento de la pluviosidad, intensa ahora, les debió obligar al abandono del lugar, buscando asentamiento en alguna cavidad o en cabañas en el llano. Por nuestra parte suponemos que se trasladaron al pie de la ladera, junto a la llanura ahora pantanosa, ya que recientemente se ha excavado allí, en el interior del casco urbano de Oliva, un yacimiento ya Neolítico ( ¿Protoneolítico?) con conchero y cerámica a mano.
La incompleta nota de prensa, sensacionalista por demás, sobre un trabajo de simple divulgación hecho en Cataluña, fingiendo ignorar la publicación madre y esencial y que, lo único que aporta son nuevas dataciones de los inhumados, de valor además muy limitado, porque son similares a las que nos hicieron a nosotros y publicamos el año 2008, necesitaba de esta aclaración para evitar malentendidos que se pudieran desprender de la ambigüedad de la misma.