José Vicente Gómez Bayarri
Historiador
Académico de número de la Real Academia de Cultura Valenciana
Bajo el pretexto de la existencia de un nacionalismo español se pretende justificar los excesos de un soberanismo independentista catalán, de un radicalismo abertzale vasco y de otros incipientes movimientos secesionistas del Estado Español atacando al patriotismo constitucionalista de 1978 y subvirtiendo los principios que indujeron a redactar esta Carta Magna consensuada que representa la filosofía de la transición.
En el transcurso del tiempo se han hecho diversas interpretaciones de la Historia de España. La que más literatura ha suscitado ha sido la polémica originada por dos grandes personalidades de la cultura española: Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz.
El profesor Américo Castro fue discípulo de Ramón Menéndez Pidal y de Giner de los Ríos, catedrático de Historia de la Lengua Española en la Universidad madrileña (1915) y autor de obras tan significativa como España en su Historia (1948) y Realidad histórica de España (1954), en cuyas publicaciones trasluce el concepto que tiene de la interpretación de la historia de España.
Cabe recordar que Castro se exilió en 1938 a Estados Unidos y fue profesor en las universidades de Wisconsin, Texas y Princeton ocupando la cátedra de Lengua y Literatura Española. En su visión historiográfica combatió tres tipos de interpretaciones estáticas: 1. La España Eterna, 2. Lo Medieval español, que olvidaba la coexistencia de las tres culturas y 3. La interpretación idílica del siglo de Oro Español. El filólogo y ensayista las consideró interpretaciones simplistas.
El valenciano Andrés Amorós afirmó que Castro es más un filósofo de la Historia de España que un historiador en el sentido habitual del término y por ello consideró justificadas las irritadas reacciones de los historiadores profesionales, aferrados al dato. Américo Castro se expresó con un estilo vivaz, apasionado, polémico y muy sugestivo.
En la “Realidad histórica de España” critica la visión marxista, socioeconómica y lingüística estructural de la Historia. Castro se niega a admitir la noción de decadencia de la España que se venía afirmando desde el siglo XVI pese a que una pléyade de pensadores lo había puesto de manifiesto -Quevedo, Feijoo, Campomanes, Ganivet, Lucas Mallada, Unamuno,- etc. Aunque tampoco faltaron autores que reaccionaron como él; son ejemplo de ello, el científico ilustrado valenciano A. J. Cavanilles y el historiador Menéndez Pelayo.
Américo Castro sostiene en su obra que las gentes que fueron dominados por fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos, bizantinos y musulmanes no poseían la estructura y fisonomía colectiva sociales de quienes durante ocho siglos fueron reconquistando las tierras peninsulares. Cree que los españoles somos el resultado de entrecruces de tres castas de creyentes: cristianos, musulmanes y judíos. Con anterioridad al siglo XVI la clase de ocupación o trabajo guardaba relación con la creencia. Afirmó que no había españoles en la Hispania romana, ni en la visigoda. Las conciencias colectivas de región, pueblo o nación surgen con posterioridad al siglo VIII a consecuencia de la islamización de la mayoría de habitantes de la Península. Al-Andalus fue una circunstancia constitutiva de la vida española. De la simbiosis de lo islámico, lo hebraico y lo cristiano nace la contextura vital de los españoles.
Castro lo que suscitó con sus escritos, en una España semidormida, era replantearse qué era España y qué somos los españoles.
El historiador Claudio Sánchez Albornoz fue facultativo del cuerpo de archivos, bibliotecas y museos, catedrático de Historia en las universidades de Barcelona, Valladolid y rector de la universidad Central de Madrid. Ocupó el cargo de ministro en la Segunda República Española y presidente de su gobierno en el exilio entre 1962 y 1971. En el exilio en Buenos Aires fue director de la Revista de Cuadernos de Historia de España. Su pensamiento interpretativo de la Historia de España se plasma, entre en otros trabajos, en su obra España un enigma histórico (1956).
El historiador Sánchez Albornoz criticó a Castro que no contara con la Hispania anterior a la invasión islámica y que no le mereciera ninguna atención la tradición milenaria mediterránea. No debemos quitarle siglos a nuestra Historia. Le afeó que Castro sostuviera la afirmación de que un puñado de agarenos que al llegar a la Península no tenían ni un siglo de islamismo y un grupo de bereberes habría obrado el milagro de arabizar a los peninsulares en un período breve de tiempo, y eso que eran un reducido número de orientales que cuando vinieron a Hispania estaban todavía en período de concienciación y de formación. Esos miles de invasores al cabo de tres siglos estaban tan diluidos que apenas corría sangre árabe, siria o bereber por sus penas, como demostró el arabista e historiador valenciano Ribera y Tarragó. También le reprochó que no tuviera en consideración que las masas berberiscas, que acababan de ser sometidas y convertidas al Islam, y sus formas de vida no tenían nada de orientales y constituían la inmensa mayoría de los invasores. Asimismo le vituperó la omisión de la influencia de los mozárabes y de los muladíes y del mundo hebreo. Igualmente censuró que Castro mantuviera que lo hispánico anterior al 711 había sido tan débil que se había evaporado en unas décadas y que no tuviera en consideración la cristianización del Islam en Oriente y en Al-Andalus como había estudiado el arabista aragonés Asín Palacios.
En esta polémica, según el hispanista francés Henry Lepeyre, ambos intelectuales cometieron exageraciones. Castro al subrayar la importancia de la cultura judía y árabe sobre la hispánica corrió el riesgo de minimizar la influencia europea y la originalidad de la Hispania cristiana. El hispanista Stephen Gilman apuntó que Sánchez Albornoz no se dio cuenta de que algunas de sus objeciones no tenían nada que ver con la obra de Castro y que radicalizó y exageró ciertas críticas.
Esta controversia planteada en el siglo XX fue de alta erudición. Ninguno de los dos intelectuales puso en duda la existencia de España y las características de sus regiones. Hoy en día, las tergiversaciones históricas de los independentistas pretenden la manipulación de nuestro pasado y cuestionan como se configuró el Estado Español. Las discrepancias y reivindicaciones tienen otro sesgo y otra intencionalidad: la secesión.